Lo que está claro es que la final de este año promete ser un auténtico choque de estilos. Por un lado, el fútbol estructurado, agresivo y cada vez más maduro del PSG, que combina el talento individual de jugadores como Dembélé, Vitinha o Kvaratskhelia con una propuesta táctica sólida bajo la dirección de Luis Enrique. Por el otro, el Inter de Milán, un bloque fuerte, competitivo y muy trabajado, que ha demostrado en esta Champions que no necesita grandes nombres para imponerse a los gigantes de Europa. Su fútbol es más pragmático, basado en la solidez defensiva, la presión organizada y una mentalidad ganadora que ha ido consolidándose año tras año.